Hay seres humanos que, como algunos animales, se ocultan de la luz y viven en las sombras. Hombres y mujeres cuyas vidas están atravesadas por el secreto.
Animales nocturnos se pone en marcha cuando uno de esos hombres oye hablar de la llamada Ley de Extranjería y decide servirse de ella. Comprende que esa ley lo sitúa por encima de gentes a las que una denuncia puede acarrear la expulsión. Él utiliza la ley para dominar a otro ser humano.
Esa relación –cuya regla es la absoluta disponibilidad que un hombre exige a otro- es un secreto entre conos. Pero no sólo ellos, todos los personajes de Animales nocturnos esconden algo. Todos están acostumbrados a ocultarse y, por eso mismo, están acostumbrados a desconfiar. Todos vagan en la noche sin certezas. Ni siquiera están seguros de que las sombras que los rodean sean realmente sombras.
Se parecen a los animales nocturnos de los zoológicos modernos. Esos bichos viven envueltos por una noche artificial. La luna, las estrellas, todo lo que los rodea es mentira. Y el observador se pregunta si, cuando el zoo cierra sus puertas, un sol eléctrico se enciende para que los animales puedan descansar.
Juan Mayorga